Los problemas que genera el tráfico se convertirán en todo un reto en el futuro. Los costes del transporte privado son asombrosos tanto para el medio ambiente como para las personas, especialmente en las ciudades. Todo contribuye: la contaminación acústica, el polvo, la contaminación del aire y la superficie de espacio público que ocupa. Gran parte de los costes externos (cerca 149.000 millones de euros al año) derivados del transporte proceden del tráfico rodado: 141.000 millones de euros. Pero los efectos de los sistemas de peaje también pueden cuantificarse: Estocolmo, por ejemplo, redujo el tráfico en el centro de la ciudad en un 22 % al introducir una zona de congestión. También disminuyó la contaminación acústica y por sustancias tóxicas relacionada con el tráfico en casi todas las carreteras.
La tarificación de la movilidad puede ser un impulso para promover cambios de comportamiento y acelerar la movilidad sostenible. También puede hacer realidad un reparto equitativo de los costes externos. Sin embargo, el cambio requiere tiempo. Los proyectos de infraestructuras llevan tiempo y los comportamientos no cambian de la noche a la mañana. Por eso necesitamos soluciones ya, soluciones con las que fijar los estándares para el futuro.
Si queremos grandes transformaciones en los sectores de la energía y la movilidad, es necesario que la tecnología esté preparada y, desde este punto de vista, ya sabemos cuáles son los requisitos previos para la transición de la movilidad.
Las instalaciones técnicas para el peaje de carreteras ya existen. La tarificación de la movilidad ya se puede adaptar a retos y condiciones concretos. Lo que realmente importa es que el peaje de carreteras y el control funcionen sin que el flujo de tráfico (flujo libre) se vea afectado.
En este sentido, puede utilizarse sistemas para el peaje “sobre la marcha” como el peaje por vídeo, el cobro de peaje basado en el sistema mundial de navegación por satélite (GNSS) (por ejemplo, a través de un teléfono inteligente) y las etiquetas de comunicación de corto alcance (DSRC) o de identificación por radiofrecuencia (RFID).