Afirmación: se necesita un límite de velocidad para que los vehículos de conducción autónoma puedan llegar a la calle, sin olvidar que, al menos durante un tiempo, humanos y máquinas se verán obligados a compartir las carreteras.
En el futuro, una combinación explosiva de humanos y máquinas tomará las carreteras. Nos veremos inmersos en una situación de tráfico mixto que acarreará problemas desconocidos hasta el momento, tanto para humanos como para máquinas.
El éxito de la infraestructura para la conducción autónoma reside en patrones predecibles, sistemas de aprendizaje y control. En cambio, el comportamiento humano es más bien impredecible. Para procesar los datos y compensar esta falta de previsión, será necesario que conductores humanos y máquinas reduzcan la velocidad de forma significativa. Cuanto más lento sea el tráfico, más seguro será el tráfico mixto. Además, el flujo de tráfico se ralentizará, en función del límite de velocidad máxima. Por contradictorio que parezca, otra de las consecuencias será un tráfico equilibrado. Como resultado, se reducirá el número de atascos. Los conductores podrán ahorrar el tiempo que pasan esperando a que el atasco desaparezca. Otro argumento para reducir la velocidad de las autopistas es que los vehículos de conducción automática tienden a conducir de manera defensiva porque sus sensores no pueden asegurar al cien por cien si un vehículo se acerca a gran velocidad. Por lo tanto, pecarían de precavidos, frenarían en lugar de adelantar... algo a lo que los conductores humanos deberían prestar mucha atención.